La política chilena está en declive desde
hace rato y ha sido dañada en sus bases, principalmente, por el aprovechamiento
de algunos. Esto a través del usufructo de información privilegiada que
entregan los altos cargos administrativos o porque se cuenta con el dinero
suficiente para comprar y financiar a quien les reportan algún un beneficio.
Es por eso que la nueva Ley de
Transparencia viene en el auxilio de esta elite -que de elite les queda poco- cada
vez más desprestigiada. Sin embargo, no tiene mucho de nueva ya que es la misma
legislación con algunos parches que buscan salvar lo poco que se puede de nuestros
“honorables” parlamentarios, y también a aquellos que trabajan en el sector
público.
No obstante, era necesaria una señal
como ésta desde el Ejecutivo dada la falta de confianza en el Gobierno de la Presidenta
Bachelet, que tiene un pobre 22% de aprobación y un 72% de rechazo a julio del
presente año, según la encuesta Adimark. Afortunadamente para la Mandataria, le
queda poco más de un año para intentar revertir en algo la situación. Por otra
parte, el Senado está enfrenta una situación peor con un 83% de rechazo.
Pero volviendo al tema central, cuando
hablamos de probidad no es tan solo una palabra linda que refleja transparencia,
un correcto actuar, una conducta ética, entre otras virtudes, sino que estamos
hablando de un principio ordenador que está en nuestra Constitución, específicamente
en el Art. 8, el que señala que “el ejercicio de las funciones públicas obliga
a sus titulares a dar estricto cumplimiento al principio de probidad en todas
sus actuaciones…”.
Dicho principio va de la mano con el
Principio de Publicidad, y el Principio de Transparencia, y no tan solo porque
actualmente estemos en un período crítico, sino porque desde que Chile fue
invitado en 2007 a la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico
(OCDE), que nuestro país ha tenido que adecuar su legislación interna y precisamente
uno de los temas fundamentales la corrupción y el ámbito tributario, dificultando
así el narcotráfico, los sobornos, el financiamiento de campañas, la ocultación
de patrimonios y evasión de impuestos, entre otros ilícitos.
Lo anterior evidencia que lo que se
gestó hace unos días no es más que un trabajo que viene de antes, como siempre
suele suceder. Si bien es cierto se regulan los financiamientos en una cuenta
determinada, esto no quiere decir que haya otra manejada por terceros con el
mismo propósito. En tanto, en relación a las declaraciones de patrimonio, hemos
sido testigos de como poco antes de firmar dichas declaraciones los patrimonios
son cambiados de dueño, y durante los períodos estos entran a familiares.
Concluyendo, no olvidemos quiénes
son los que aprueban las leyes y que son los mismos que salen a la luz pública
con sus fechorías. A estas alturas, solo puedo citar la letra del cantante
español Pau Donés que dice: “bonito, todo me parece bonito…”.