§
Gabriel Graus, Director Asociado Humano Comunicaciones.
Catalogado
como uno de los episodios más vergonzosos de la Guerra Civil Española, ocurrido
allá por 1936 en la Universidad de Salamanca, el general franquista
(falangista) Millán-Astray exclamó: "muera la inteligencia, viva la
muerte", con lo que se infringió uno de los más grandes atentados en
contra de la intelectualidad, todo en medio de una de las conferencias dictadas
por alguno de los grandes humanistas españoles.
Este
acto trajo consigo una inmediata respuesta por parte del filósofo de la época
Miguel de Unamuno, quien le increpó: "Estáis en el templo de la
inteligencia y yo soy su sumo sacerdote, estáis profanando su sagrado recinto.
Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis. Para
convencer, se necesita persuadir, y para persuadir, necesitaréis algo que os
falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en
España". Los hechos se enmarcan en la década del 30 del siglo pasado, donde
los grandes pensadores y filósofos españoles intentaban guiar la conciencia de
su país reclamando por el derecho a pensar, para que el ejemplo de ellos llegara
a lo más profundo del pueblo, pues ellos no pretendían encerrarse en su torre de
marfil.
Hoy
en Chile, en pleno siglo XXI, con el anuncio del Ministerio de Educación de que
se eliminará del ya pobre currículo escolar el ramo de Filosofía de tercero y
cuarto medio, esto para incorporar la asignatura de Formación Ciudadana, cuya
definición es vaga, oscura y de una amplitud casi esotérica, se comete un nuevo
atentado a la inteligencia. Esto porque justo en el momento cuando los estudios
indican que el enorme porcentaje de los chilenos no comprenden lo que leen,
debiendo agregarse a aquellos que no comprenden lo que escuchan, cuando es
penoso escuchar hablar a autoridades, conductores de TV o a algunos periodistas
en terreno, sin pausas y con una verborrea escandalosa al filo de la
charlatanería, salvo algunas honrosas excepciones, es poner corta pisos o
pretender sesgar el intelecto de nuestros jóvenes estudiantes.
Desarrollar
el pensamiento y la creatividad de nuestros adolescentes no se logra con
recetas fáciles ni mágicas, sino que es fruto de un continuo desarrollo
intelectual que se alcanza con este tipo de materias, el que hasta ahora se
viene trabajando y consiguiendo con las escasas horas de Filosofía que nuestros
alumnos tienen en sus mallas curriculares actuales. A través de ella se ponen a
prueba las propias convicciones, se amplían horizontes, se aprende a reconocer
verdades en las opiniones de los demás, se aprende a consensuar, incorporando
valores morales y éticos. Incluso mucho se ha hablado de la necesidad de
comenzar con Filosofía en primero medio, donde el intelecto curioso y
expectante de esos jóvenes les permite abrirse a nociones que, sin ser
mayormente profundas, les amplía su universo mental en expansión, aprendiendo
el como a través de la historia el hombre ha ido modificando o acentuando
pensamientos, valores y aspiraciones.
La
posibilidad de discernir, discutir, consensuar y proyectar el propio
pensamiento con el de otros es al parecer lo que se quiere evitar. ¿Es acaso
coherente este planteamiento en momentos en que se habla y se trata de implementar
una reforma educacional que “pretende una educación de calidad"?
Esto
nos remite al inicio, con los hechos ocurridos en la universidad de Salamanca
en el siglo pasado, y me convence cada vez más que lo que se pretende es tener
al pueblo cautivo, cerrado mentalmente en la ignorancia, sin poder armar un análisis
crítico a las mentiras que se venden cada día por los distintos medios, por
sobre todo en reformas y campañas, y donde ahora pareciera querer decirse:
"muera la Inteligencia, viva el oscurantismo".